Antes de empezar con la actuación de enfermería ante este tipo de fobias es aconsejable poseer ideas generales sobre lo que es una fobia. Según el DSM IV-TR (Clasificación desarrollada por la Asociación Psiquiátrica Americana), las fobias específicas se caracterizan por un miedo excesivo o irracional desencadenado por la presencia o anticipación de objetos o situaciones específicos: animales, lugares cerrados, alturas, oscuridad, tormentas, vuelos, ver sangre, recibir inyecciones, intervenciones médicas... La exposición al estímulo fóbico origina, con una alta frecuencia, una respuesta inmediata de ansiedad que puede adquirir la forma de una crisis de angustia situacional más o menos relacionada con una situación determinada.
La fobia a la sangre, definida como el miedo y la evitación de situaciones relacionadas directa o indirectamente con la sangre, las inyecciones y las heridas, afecta a un 2-3% de la población, aunque un leve miedo a la sangre puede darse en multitud de adultos o niños. La reacción emocional se presenta ante la perspectiva de ser inyectado, ver sangre o una herida abierta.
Su característica más distintiva radica en que después de la activación simpática inicial, se dispara el reflejo vasovagal, una respuesta adaptativa del décimo nervio craneal llamado vago. Ello acarrea consecuencias somáticas opuestas a las anteriores: bajada abrupta de la tensión arterial, bradicardia, apnea respiratoria, lividez o palidez extrema y en la mayoría de los casos, pérdida de conocimiento y desmayo.
Nuestro objetivo en estos casos es facilitar la aplicación de técnicas cruentas en el paciente con fobia Sangre-Inyecciones-Daño (SID) adaptando nuestra actuación a sus miedos y temores mediante la aplicación de la Técnica de Tensión Muscular.
Material y método.
Aplicamos la Técnica de Tensión Muscular sobre los pacientes que expresan sus temores ante ciertas intervenciones enfermeras, especialmente las relacionadas con extracción de sangre y/o cateterización de vía venosa.
Pasos de la técnica de tensión muscular (Óst, Sterner y Fellenius, 1979 adaptada por Borda, Antequera y Blanco en 1994):
1. Sentar al paciente en una silla o sillón.
2. Colocar con las manos abiertas sobre las piernas, cerrar el puño, tensar los músculos de los brazos (por ejemplo: imaginar que se tiene una moneda en la mano y no quiere que se caiga). Permanecer durante 10-15 segundos (hasta que sienta el aumento de calor en la cara).
3. Aflojar los brazos y relajar la tensión de los músculos (pero sin llegar a estar relajado sino volver al estado normal). Permanecer durante 15-20 segundos.
4. Tensar los músculos de las piernas, levantar unos centímetros los pies del suelo y apretar las rodillas entre sí (por ejemplo: imaginar que se tiene una moneda entre las dos rodillas y no quiere que se le caiga). Permanecer durante 10-15 segundos.
5. Aflojar las piernas y relajar la tensión de los músculos. Permanecer durante 15-20 segundos.
6. Tensar el cuerpo, intentar levantarse del asiento, elevando las nalgas sin presionar los pies contra el suelo ni apoyarse en los brazos. Permanecer durante 15-20 segundos.
7. Aflojar el cuerpo y relajar la tensión de los músculos. Permanecer durante 15-20 segundos.
8. Repetir el ejercicio pero esta vez tensando a la vez los músculos de los brazos, las piernas y el cuerpo. Permanecer durante 10-15 segundos.
9. Aflojar todo el cuerpo y relajar la tensión de todos los músculos del cuerpo.
Resultado.
Con la aplicación de este método contribuimos a tranquilizar al paciente. Se trata de un método sencillo de aplicar que contribuye a reducir el nivel de ansiedad que experimenta el paciente al enfrentarse al elemento que genera la fobia.